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El nuevo adiós del Atlético en la competición continental dejó claro que el equipo está muy por debajo del nivel que se requiere en Europa.
El Atlético de Madrid volvió a caer en la Champions League en otra dura noche para el olvido. Toca hacer borrón y cuenta nueva analizando en frío las causas de lo que no para de repetirse año tras año. Un traspiés donde lo primario es reconocer que el Atlético no fue rival pero donde no debe caber el vilipendio a un Simeone al frente de un equipo que no dio más de sí.
El planteamiento de ambos conjuntos tuvo poco que ver con el partido de ida. El Atlético, más obligado a lanzarse arriba con una línea de presión muy alta que ni siquiera molestó. Y en frente, el Chelsea, que supo sacar partido a sus fortalezas y aprovechó cada debilidad del Atlético. Tuchel se anticipó a la idea de Simeone tanto en la ida como en la vuelta. Porque en ambos casos ganó la batalla táctica. La eliminatoria se jugó a lo que el Chelsea quiso independientemente de las intenciones del Atlético de Madrid. El técnico blue sabía que Simeone mordería en la vuelta e ideó la forma de beneficiarse de esa insistencia.
Porque si algo ha quedado claro tras el partido de vuelta, es que la velocidad, la verticalidad y la contundencia del Chelsea, es muy superior a lo que la defensa del Atlético puede sostener. Ni el Atlético más ofensivo fue capaz siquiera de incomodar a un Chelsea al que le vino bien el nuevo rol de su rival. Algo que deja dudas de si realmente el planteamiento de Simeone en la ida era tan descabellado. Visto lo visto, tal vez fue inteligente apostar por mantener el 0-0 buscando darlo todo en la vuelta. Aunque claro está, no salió bien, peor podría haber salido si la idea hubiera sido diferente. Un mal rebote que dio origen al gol del Chelsea fue lo único que rompió el resultado de la eliminatoria.
LA CULPA, ¿DE SIMEONE?
La imagen del Atlético fue la de un equipo completamente incapaz, que hizo lo que pudo pero que aún así no fue suficiente. ¿Y quién es el culpable? Si el planteamiento de Simeone hubiera sido diferente, el resultado habría sido el mismo. Porque después de tantos años repitiéndose la misma historia tal vez habría que focalizar las críticas un poco más arriba. El Atlético fue superado por un club que llegó a la Champions después de una inversión súper-millonaria con un claro objetivo deportivo de ir más allá en Europa. Pero en la institución rojiblanca parece que lo único que importa es el tercer puesto y llegar a los octavos de final en Champions que garantizan la viabilidad económica de la empresa.
Lo que están demostrando los grandes clubes de Europa es todo lo contrario a lo que está demostrando el Atlético de Madrid. Mientras algunos planifican las temporadas para pelearlo todo, otros se conforman con lo mínimo que siga dando rentabilidad. Y Simeone ha puesto al Atlético en lo más alto, pero no hace milagros. No hay plantilla suficiente para plantar cara a los todopoderosos europeos y tal vez ése haya sido el factor más decisivo en la eliminatoria contra el Chelsea. Un factor que habría sido idéntico si el rival hubiera sido el Bayern, el City o el Dortmund. Simeone puede plantear los partidos mejor o peor, pero lo cierto es que el Atlético no dio más de sí.
El papel europeo del Atlético contrasta mucho con el otro que le ha llevado a liderar LaLiga. Sin embargo estos octavos de final han sacado a relucir otra cuestión, y es que el bajón de los equipos españoles es algo generalizado. La bochornosa eliminación del Barcelona, la del Sevilla y el sufrimiento de un Real Madrid al que no le habría salido tan bien la jugada de no ser por la ayuda arbitral ante el Atalanta, dejan claro que el nivel de LaLiga es mucho más bajo de los que pensamos. Una plantilla planificada para ser terceros, como es la del Atlético, no habría sido capaz de llegar hasta donde está si no fuera por el bajón general de la competición. Sin ánimos de quitar méritos al equipo, objetivamente es la realidad.
Dejamos para el final otro factor menos decisivo pero también influyente. Y es que no hay que olvidar que el Atlético afrontó esta eliminatoria tras un brote de coronavirus que dejó muy mermado al equipo físicamente. Algo que sigue arrastrando a día de hoy. Tampoco que la eliminatoria no se ha disputado de manera igualitaria. Primero porque la FA decidió que el Chelsea no tuviera que enfrentarse a Trippier en el partido de ida y segundo porque el Atlético no pudo jugar en el Metropolitano pero sí tuvo que viajar a Londres. En la capital inglesa ni siquiera pudo entrenar en Stamford Bridge por el riesgo de contagio. No es algo que haya resultado determinante ni que sirva de excusa. Pero sí algo a tener en cuenta porque esta eliminatoria no se ha disputado en igualdad de condiciones.
Este factor es el que deja claro que el Atlético de Madrid no es un equipo respetado en Europa. Prueba de ello es además el penalti que no se señaló a Carrasco. En esta ocasión, a diferencia de otras, no existe la zona DOGSO. También deja constancia la roja que se llevó Savic por un codazo, mucho menos peligroso que el que recibió él mismo en la primera parte y que se saldó con amarilla. Porque si algo tenemos claro es que otros equipos no habrían tenido que hacer frente a la serie de circunstancias a las que ha tenido que hacer frente el Atlético.